miércoles, 8 de noviembre de 2017

El teatro de títeres, arte que lucha contra la extinción

La sala de la Fundación Luneta 50 ha sido el escenario principal del festival.


Es una de las expresiones artísticas más antiguas de las que se tiene conocimiento. En Barranquilla se realiza la sexta edición del festival Titerequilla 2017.
Un salón oscuro, con luces tenues amarillas, verdes y rojas que iluminan las sombras de pequeños seres con formas diversas, es la caja mágica que se abre al ritmo de las voces y los movimientos de hombres y mujeres que manejan los hilos de las historias de estos personajes y les dan vida a sus ‘esqueletos’ de trapo como si fueran extensiones de su cuerpo.
Los títeres no tienen alma, pero la toman prestada cada vez que un brazo se vuelve su columna vertebral, y una mano gesticula por ellos. Hablan, piensan y hasta llegan a tener sentimientos. La conexión es tal, que se podría comparar a la de una madre en gestación con su hijo a través del cordón umbilical. En un instante, el cerebro del ‘dios’ que los anima y los objetos que reciben el soplo de vida, es uno solo.
El origen de los títeres se remonta al año 2.000 a.C., cuando los primeros hombres vieron el movimiento de sus sombras en las cuevas y su vida cambió para siempre. “Surgió la necesidad de hacer figuras y el primer material fue la piel de los animales que cazaban. Fue la primera manifestación de títeres que existió, se crearon para el teatro de sombras”, de acuerdo con la página especializada Titerenet.
La fascinación de dar vida a objetos inanimados, la misma que sintieron los hombres de las cavernas, fue lo que cautivó a Daniel Di Mauro, uno de los invitados al Festival Titerequilla 2017, quien entró en este mundo por su padre y su tío. “Desde que tenía seis años hacía títeres con mi primo en el patio de mi casa, y los amigos nos pagaban con carritos, soldados, chupetines, dinero o lo que fuera. Las ganancias no eran muchas, pero era satisfactorio porque sabíamos que la gente venía a pasar un rato agradable”, comenta el nacido en Córdoba, Argentina, hace 64 años.

sacado de: https://www.elheraldo.co

Una descarga de teatro experimental

Desde los textos de las plumas más jóvenes hasta las puestas en escena más osadas, como la versión de ‘La noche árabe’ de Ronald Schimmelfennig que acaba de montar Víctor Quesada, han encontrado un lugar en La Casa del Teatro, la sala del Teatro Nacional que les abre las puertas a las propuestas más arriesgadas. 

La cabeza artística del Teatro, Nicolás Montero, y el director Jimmy Rangel quisieron continuar esa apuesta con la obra ‘El grito’, que se estrenó recientemente.


“Lo que quería Fanny (Mikey, fundadora del teatro) era que la Casa se transformara y que el teatro experimental se creara en ese espacio. Entonces yo le decía a Nicolás que quería trabajar en un circo, que es de donde yo vengo, y ahí nació la idea”, cuenta Rangel.

El director había montado previamente en ese espacio ‘Histeria’, una obra que se desarrollaba en la oscuridad. 

En el caso de ‘El grito’, el artista plantea un viaje inmersivo en el que busca generar un espacio de libertad y de fiesta entre los 300 espectadores que pueden asistir por función. La producción utiliza entonces recursos del circo contemporáneo y una serie de mecanismos que generan imágenes visuales de alto impacto. 

“Si uno ve espectáculos del Cirque du Soleil o Fuerza Bruta, ellos tienen todos los recursos técnicos para generar sensaciones apoteósicos, pero cuando uno viene a un circo en un teatro tiene que jugar con todos los recursos artesanales”, asegura Rangel.

Además de los cinco intérpretes de circo, que ejecutan actos como el trapecio, la lira, la cuerda indiana y la suspensión, también participan la chilena Javiera Valenzuela y Juan Carlos Gallego, dos actores que han profundizado en su trabajo corporal. 

“Yo tenía la limitante de que podía utilizar un grupo muy pequeño; si me iba solo a artistas de circo, ellos no alcanzaban sostener dramáticamente el espectáculo. Entonces, la estrategia fue utilizar dos actores que tuvieran entrenamiento físico y que, además, les interesara el circo, porque llamamos y pensamos en otros actores que decían: ‘yo no me montó en un arnés ni de chiste’”, añade Rangel.
Obra de teatro ‘El grito’
http://www.eltiempo.com